V CERTAMEN LA MIRADA FEMENINA WEB

Con motivo del Día de la Mujer, que se celebra el 8 de marzo, la Asociación de Mujeres Alcoranas y el Ayuntamiento de Villarejo de Salvanés, presentan una nueva edición del Certamen Literario «La mirada femenina» en que podrán participar todas aquellas mujeres mayores de edad que lo deseen.

Se podrá concurrir en las siguientes CATEGORÍAS:

  • Prosa: Dirigida a poemas que reflejen el universo femenino escritos en lengua española.
  • Poesía: Dirigida a relatos breves que reflejen el universo femenino escritos en lengua española.

 

PREMIOS

Se establecen tres premios para cada categoría que consistirán en:

  • Una caja experiencia por valor de 120€ para las ganadoras de cada categoría.
  • Una caja experiencia por valor de 60€ para las segundas clasificadas de cada categoría.
  • Un vale por un pack cena/comida fin de semana por valor de 60€ a disfrutar entre Bodega de Quintín, Restaurante La Tercia, Gastrobar Carmelo, Asador Villarejo, Pizzería Ventura, Cervecería-Bar Pichi o Restaurante El Empecinado.

La entrega de premios se realizará en acto público en Villarejo de Salvanés el 8 de marzo a las 18:00 coincidiendo con el Día de la Mujer. A pesar de que se habrá un aforo muy reducido, para la entrega de los galardones será necesaria la presencia física de la participante ganadora o de un representante acreditado, en caso de no poder asistir.

PLAZO Y FORMA DE ENTREGA

Los trabajos concursantes podrán ser entregados hasta el jueves día 24 de febrero de 2022.

A fin de evitar la manipulación de documentos impresos, para esta convocatoria todas las obras participantes se recibirán a través de correo electrónico a la dirección monica.garcia@ayto-villarejodesalvanes.es y cumpliendo con las condiciones especificadas en las BASES [ > DESCARGABLES AQUÍ]

 

V CERTAMEN LA MIRADA FEMENINA cartel WEB

 


 

Estas son las obras ganadoras en las distintas categorías:

PRIMER PREMIO PROSA: «EL PERDÓN DE OLIVIA»| Carolina París García

Hay días, y días. Olivia volvía tarde de su última conferencia. Estaba revuelta y algo más triste que en otras ocasiones. Elena se lo notaba. Le apretó la mano durante todo el vuelo de regreso a casa. Y es que a veces, a pesar del tiempo, aquella herida aún dolía demasiado.

Oli tenía tan solo 19 años cuando pasó a ser un número más en aquella cruel y larga lista a la que nadie prestó atención hasta demasiados años después. La de miles de mujeres con discapacidad que fueron sometidas en nuestro país a una práctica de “esterilización forzosa”. En su caso, como en el de otras muchas, aquello ocurrió sin su conocimiento y por descontado, sin su consentimiento.

Sus padres habían ya iniciado el proceso de incapacitación, y casi al mismo tiempo también tomaron la decisión de realizarle a Oli la ligadura de trompas. Aconsejados por su médico de familia, tan solo tuvieron que solicitarlo al juez de instrucción, quien, resuelto el papeleo, autorizó la intervención.

El quirófano era muy feo, pensaba. Desnuda y con las piernas abiertas en el potro Oli tiritaba de frío. A pesar de todo, estaba tranquila. En parte porque llegó hasta allí con la convicción de que le iban a someter a una pequeña intervención que le ayudaría a mejorar sus insufribles dolores de regla, y que además le prevendría de la aparición de nuevos quistes en los ovarios. No necesitó más argumentos. Confiaba en sus padres y acudió junto a ellos al hospital, de donde salió ese mismo día, dolorida, vulnerada y estéril.

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Su discapacidad intelectual nunca le impidió ir construyendo una vida normal, si es que alguna lo es. Es cierto que en el colegio hubo momentos muy complicados. Al principio, por las dudas e incertidumbre de saber que no iba como debiera. Sus padres lo sabían desde hacía mucho antes, pero establecieron un silencio que, lógicamente no pudo sostenerse en el tiempo. Tras meses de pruebas y valoraciones llegó el diagnóstico. Con un CI (coeficiente intelectual) de 58, oficialmente tenía una discapacidad intelectual leve, cerca de la llamada inteligencia límite (CI 60).

Oli era un roble, poco amiga de quejas, medicinas y mucho menos de médicos. Sin embargo, se decidió por fin a acudir a una revisión ginecológica. María y Valentina ya tenían cita y se unió a ellas, porque así, al menos, se aseguraría la merienda de los jueves: tortitas con nata y caramelo.

Sin embargo y como suele decirse, la vida es aquello que te va sucediendo mientras tú te empeñas en hacer otros planes. Al salir de la consulta, no. No hubo tortitas, ni nata, ni caramelo. Se despidió de las chicas apresuradamente y tan solo caminó. Lo hizo durante casi dos horas hasta que sus pies, que no su cabeza, le llevaron a ver a Elena. Ella era su terapeuta y orientadora. Sentada frente a ella, se rompió.

Aunque intentaba disimularlo, Elena estaba tan helada como ella. Le preguntó si estaba segura, incluso le dijo que, si le importaba mostrarle el informe donde se detallaba que, efectivamente la ligadura de trompas era un hecho. Ambas perdieron la noción del tiempo intentando encajar todas las dudas. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué?…

Aunque no fue fácil, consiguió por fin que se marchase a casa e intentase descansar, y que además lo hiciera sin pasar por casa de sus padres. No era el momento. Demasiada ira. Demasiada incomprensión. Demasiado dolor.

Esa noche y las siguientes las pasó sin dormir, ella, que era como una marmota. María y Valentina, sus compañeras de piso y de batallas, fueron su mejor salvavidas en aquel momento. Las tres compartían un pequeño apartamento tutelado cerca del centro. Eran, amigas, de esas que la vida te regala y que se convierten, casi sin darte cuenta, en la familia que uno elige. Las tres mosqueteras decían. Hasta lograron convencer a Elena para adoptar aquel gatito negro que merodeaba a menudo por el patio de la urbanización. Como no podía ser de otra forma, se llamó D’artagnan.

Pasados tres días los padres de Oli llegaron puntuales a la reunión que Elena les había solicitado. No fue fácil. Concha tomó la palabra primero: se lo aconsejó su médico de toda la vida. Era lo más responsable, les dijo. Oli era muy joven y algo desmelenada, argumentó. Salía con su grupo de amigos todos los fines de semana, y de quedar embarazada, fíjate que disgusto, ¿cómo va a cuidar a un bebé?, ¿qué diría la familia? ¿y los vecinos? Además, llegado el caso, ellos ya estaban mayores para criar a un nieto. Elena escuchaba todo aquello intentando, a duras penas, mantener algo de perspectiva y compostura. Era un procedimiento muy habitual, continúo Javier, sencillo y ambulatorio. Era lo mejor. Eso les dijeron. Y ellos, como tutores, decidían. Tras el protocolo, el papeleo, simplemente, sucedió.

Nadie preguntó a Olivia. Era su cuerpo, era su dignidad, era su vida. Pero no, nadie le preguntó.

Conseguir que accediese a ver a sus padres le costó a Elena varias semanas más. Ellos estaban rotos y preocupados. Ella solo respiraba ira y dolor. A un primer encuentro donde sólo hubo gritos, le siguieron otros donde sólo hubo silencios. Finalmente, Oli pudo resolver algunas dudas superficiales sobre cómo fue el procedimiento, si su falta de calcio en los huesos y sus desajustes hormonales tan prematuros tenían relación con aquello… ¿El resto de dudas? Aún hoy no las ha resuelto. Hubo muchas explicaciones, sí. Pero ninguna era válida para ella. ¿Lo peor? Que no le pidieran perdón. Quedó rota.

Necesitaba escapar. Tenía todo el derecho de hacerlo, incluso aunque fuese un error, sería su error. A todos les pareció una locura que se marchase. En Valencia tenía su vida, su familia, su trabajo y la fundación que le ayudaba a que todo ese engranaje funcionase. Pero ella no claudicó. Su determinación era fulminante cuando decidía algo, y después de descubrir todo aquello, necesitaba poner tierra de por medio, y hasta un mar entero en este caso.

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Con la cabeza apoyada en la ventanilla del avión y las emociones a flor de piel, Oli intentaba controlar la ansiedad que estaba sintiendo. La suma de sus nervios y sus miedos nublaban la determinación que hasta entonces había guiado sus pasos. Aun así, su llegada a la isla fue mejor de lo esperado. Lucas la recogió en el aeropuerto y la acompañó a su nuevo hogar, a su nueva vida.

Aquel pequeño hotel rural, “Villa Bonita” se convirtió en su refugio y sus compañeros de trabajo, en su familia. Además, tras varios años allí, llegó Alex, para cuidar a los animales de la finca. Conectaron desde el principio, y aunque necesitaron algo de ayuda para comenzar su historia, ahora eran ya una pareja llena de alegría, de vida y de muchos planes.

Alquilaron un pequeño apartamento en un coqueto pueblecito a pocos kilómetros de “Villa Bonita”. Era muy pequeño y con tan solo una habitación, pero al menos el precio era muy asequible y les permitía vivir sin demasiado esfuerzo de llegar a fin de mes. Menorca les daba esa calidad de vida que muy pocos sitios ofrecen.

   Su trabajo era sencillo y además le permitía conocer gente nueva cada año. A la llegada de los huéspedes, Oli, que era puro carisma, les indicaba dónde estaba su habitación, los horarios de comidas, los servicios del hotel y las rutas y actividades que podían hacer durante su estancia. También servía los desayunos y cuidaba que las habitaciones quedasen perfectas para recibir a cada nuevo huésped. Incluso había aprendido a colocar las toallas con formas de cisnes y flores, algo que se convirtió en su sello personal.

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Era feliz joder, vaya si lo era. Y lo suyo le había costado. Casi veinte años en la isla le habían hecho sentir que aquel era su sitio, su hogar. Eso sí, la sombra de aquel recuerdo nunca desaparecía. Sus padres se habían esforzado mucho para mejorar las cosas y ella lo valoraba. El paso de los años, la perspectiva y el pensamiento social había cambiado. Aunque es imposible volver sobre sus pasos, seguramente ahora, Concha y Javier no tomarían la misma decisión de entonces, pero esa, es otra historia.

Cuando colgó el teléfono, corrió a contarle a Alex la propuesta de Elena. La fundación quería contar con ella en su lucha para conseguir la erradicación, cada vez más cercana, de las esterilizaciones forzosas en España. Sería una cara visible y un testimonio real que daría mayor fuerza en las próximas convenciones y jornadas que estaban planificadas a nivel nacional.

Así fue como Olivia se convirtió en activista en esta causa que era la suya propia. Durante los años siguientes viajó a multitud de ciudades de todo el país. Incluso tuvo la oportunidad de ir a Bruselas, donde pudo contar su experiencia ante decenas de políticos de diferentes nacionalidades. También viajaron a Latinoamérica, donde los datos de estas mutilaciones eran, si cabe, mucho peores. Era su bálsamo. Sentía que al menos estaba poniendo su granito de arena para que, ojalá muy pronto, ninguna mujer tuviese que vivir una experiencia similar a la suya. Sus intervenciones eran cada vez más elaboradas, mejoró su expresión, sus habilidades sociales y sobretodo, conoció a mujeres que habían vivido su misma experiencia y con las que pudo hablar desde el desgarro de sentirse igualmente heridas.

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     Decenas de personas trajeadas la acompañaban en aquella sala. Algunas le sonaban, otras no tanto, pero las presentía importantes por el interés que suscitaban a su alrededor. Elena y su madre le acompañaron en aquel acto. Era diciembre de 2021. Tras unos segundos de silencio, subió al atril la ministra de Derechos Sociales. Acompañada a derecha e izquierda por la ministra de igualdad y por el director general de los Derechos de las Personas con Discapacidad, tomó la palabra para decir, por fin, lo que Olivia, y miles de mujeres, esperaban y merecían:

“En mi nombre y en el del gobierno de España, quiero pediros perdón. Nunca debió vulnerarse de esta manera el derecho de las mujeres con discapacidad a decidir sobre sus propios cuerpos ni debió tardarse tanto tiempo en prohibir esta práctica. Sabemos que no podemos cambiar el dolor que os produce lo que pasó, pero sí queremos que sepáis que, de corazón, lo sentimos y que estamos determinadas a cambiar para mejor el futuro de las mujeres y las niñas con discapacidad”.

LA HISTORIA DE OLIVIA ES SÓLO FICCIÓN. OJALÁ TAMBIÉN LO FUERAN LAS DEMÁS. SOLO DESDE 2008 HASTA 2020, LOS JUECES ESPAÑOLES RESOLVIERON UN TOTAL DE 1.144 PROCEDIMIENTOS DE ESTERILIZACIONES FORZOSAS CONTRA PERSONAS CON DISCAPACIDAD INTELECTUAL SIN SU CONSENTIMIENTO, EN SU GRAN MAYORÍA MUJERES, COMO RECOGEN LOS DATOS DEL CPPJ. AUNQUE AFORTUNADAMENTE ESTA PRÁCTICA SE HA LOGRADO ERRADICAR EN NUESTRO PAÍS, AÚN SIGUE VIGENTE EN OTROS MUCHOS. SOY TERAPEUTA OCUPACIONAL Y TENGO EL PRIVILEGIO DE TRABAJAR CON MUJERES CON DISCAPACIDAD INTELECTUAL. MUJERES VALIENTES, ALEGRES, NOBLES Y LLENAS DE PROYECTOS DE VIDA QUE TAN SOLO NECESITAN CONTAR CON LOS APOYOS NECESARIOS Y QUE POR DERECHO LES CORRESPONDEN PARA PODER ALCANZAR LO QUE TODOS ANHELAMOS, UNA VIDA PLENA.

EL 16 DE DICIEMBRE DE 2020 SE PUBLICÓ EN EL BOE LA LEY ORGÁNICA 2/2020 DE MODIFICACIÓN DEL CÓDIGO PENAL PARA LA ERRADICACIÓN DE LA ESTERILIZACIÓN FORZADA O NO CONSENTIDA DE PERSONAS CON DISCAPACIDAD INCAPACITADAS JUDICIALMENTE. EL 18 DE ESE MISMO MES ENTRÓ EN VIGOR.

 


 

PRIMER PREMIO POESÍA: «MUJER DE MIL NOMBRES»| Sara González Mellado


Ella es fuerza y valentía,
es furia y torbellino.
Ella es debilidad, risa y refugio.
Ella es un día de junio
con el sol ardiendo
y al segundo
tormenta de verano.
Ella es impulsiva, pasional y libre.
Es nervios y orgullo pero
frágil y sensible.
Ella es enorme y a la vez pequeña.
Es ambición y aventura,
locura y calma.
Ella es diversión, confianza y amor.
Es hogar, cobijo.
Ella es fuerte, saltarina de obstáculos sin rendición.
Se cae y se levanta sin mirar al suelo.
Sola.
Ella sigue adelante.
No mira al pasado si no es,
solo,
para coger impulso.
Ella es una leona, peleona.
Me da la mano y me regala
una pizca de su fuerza.
Ella es todo lo que ya es y todo lo que le queda por crecer.
Es ejemplo.
Es mil cosas a la vez.
Ella es mujer.

 


 

SEGUNDO PREMIO PROSA: «MI ABUELA Y LA INFORMÁTICA»| Gema Puertas Díaz

 

Mi abuela tiene 80 años y nació en un momento en el que la informática no existía, pero el mundo cruel y veloz en el que vivimos ha hecho que tenga que aprender a usar la tecnología si quiere sobrevivir a este mundo loco.
Por contarles alguna que otra anécdota. La Asociación de mujeres de mi localidad, muy aplicadas ellas, hacen cursos para aprender a usar las nuevas tecnologías. Les enseñan a usar el what´s app, las Redes Sociales y a escribir sus memorias. ¡Madre mía! Deberíais de ver cómo ha avanzado, de hecho, yo creo que será la nueva Bill Gates de las tecnologías.
Para su cumpleaños, ha pedido que le regalemos un móvil de esos que tienen de todo, y ha pasado de tener un móvil que solo servía para llamar (no normal en los teléfonos) con unas teclas de tamaño de piezas de dominó, a un móvil con ochocientos iconos de todos los colores y funciones.
Y allá vamos, recibo llamada de mi abuela.

-Dime abuela
-Hija, te llamo desde el nuevo teléfono, sabes…
-¡UY! Abuela, no te escucho… ¿Abuela?…
Miro la pantalla y nada, cuelgo y vuelvo a llamar, comunica, vuelvo a llamar y sigue comunicando, 5 minutos más tarde sigo llamando. ¿Pues que estará haciendo? A los 10 minutos consigo hablar con ella.
-Abuela… ¿Qué haces?… Me has dejado en espera
-¿El que dices de que me esperas?
-Sí abuela, tu hablabas y yo no te escuchaba.
-Y… ¿Desde cuándo no me has escuchado?
-Abuela, me has dicho te llamo desde el nuevo teléfono, y ya no he escuchado nada más.
-Pues yo no te voy a contar otra vez todo lo que te había contado, ¡pues anda que! Con todo lo que he estado hablando, si no me has oído es tu problema, que no escucháis nunca…. Esta juventud… no estáis en lo que tenéis que estar…
-Al final, ya se yo que la culpa es mía. Y es que siempre dicen lo mismo.

Otra anécdota son las redes sociales. Ella va todas las mañanas al Centro de Día, allí les enseñan muchas cosas y les hacen disfrazarse, bailar y cantar…. Están súper entretenidos. Un día, la vistieron de chulapa.

-Abuela, ¡Qué guapa que estás bailando un chotis?
-¿Y tú como sabes eso?
-Abuela, es que en el Centro os ponen la foto en el Facebook
-¿En el que…?
-Mira

Saco el teléfono y le pongo la publicación.

-¡Uy! Pues cuando me has hecho tú la foto, si yo no te he visto ir
-No abuela, que yo no he ido, que lo ha puesto ellos
-Y si lo han hecho ellos, ¿Cómo lo tienes en tu teléfono?
-Abuela, ellos lo ponen y todos lo pueden ver
-¿Todos?, ¿La tía Manoli y el tío Juan pueden verlo también?
-Claro, si tienen Facebook
-Bórrame, Bórrame que van a decir que si estoy de jarana, y mira que pintas llevo.
-Abuela, yo no te puedo borrar, mañana se lo dices a los del Centro para que te borren.
-A ver hija, – coge mi teléfono, y sin querer oculta la pantalla – Hale, ya está borrado, ves ya no estoy
– No abuela, no está borrado mira – y vuelvo a poner la pantalla, esta vez sale su compañero vestido de chulapo.

A mi abuela le da un ataque de risa, tanto que se tiene que apoyar la espalda en el sillón.

-Mira como le han puesto a Pedrito ja ja ja, pues ¡No le han pintado un bigote como a Dalí!, anda que se ve hermoso. Enséñame más fotos hija.

Y allí estuvimos un buen rato viendo como a los mayores les visten de chulapos y bailan el chotis.
Hace unos días. Dieron la clase del “guasa”, y de tarea, les mandaron enviar un mensaje por audio. 37 minutos, ¡Madre mía! ¿Pues que estará hablando 37 minutos? Comienza el audio: “¿Me se escucha? Digo yo que sí que se me escuchará, yo no oigo na, digo yo que te enviaré bien la prueba. Mira hija estamos en clase que dan las de la Asociación, y nos han dicho que tenemos que mandar un audio, que es un mensaje que se graba y se puede mandar por wasa y he dicho, pues a quien se lo envío yo, porque a ver, a tu madre no se lo puedo mandar, y a mis amigas menos porque no van a saber cómo escucharlo, porque están aquí en el mismo curso que yo, y si yo no sé escucharlo pues ellas tampoco, así que he dicho pues se lo envío a mi nieta, que ella sabe mucho de informática, porque como viene a casa y me arregla la televisión, ¡uy! Ahora que hablo de televisión, pues si empieza la novela, espera hija que voy a encender la tele a ver si ya ha empezado la novela, porque como acabo de recoger la cocina y tu abuelo esta echado, voy a aprovechar a ver la novela que luego no me entero…” Hay un silencio durante unos segundos y de repente se escucha una conversación de acento sudamericano, y a mi abuela de fondo “Hale, ya ha empezado y yo liada con lo del teléfono, es que al final me va a quitar mis quehaceres estos cacharros” Mientras Carlos David y Juana Antonia se disputan de quien es el hijo de Alfredo Juan. Le doy a más velocidad para intentar escuchar si en los 37minutos, hay algo importante que tenga que saber, pero de repente, se corta el audio… se ha debido de dar cuenta de que estaba enviando un audio infinito. A la hora y media, me aparece el número fijo en mi móvil.

-Dime abuela
-Hija, se me ha roto el teléfono, se ha quedado la pantalla negra.
-Abuela, ¿No se te habrá apagado el teléfono?
-No hija, si yo no le he apagado, se me ha roto estoy segura.
-Pero abuela, has dejado un rato grabando un audio porque me he enterado de toda la novela en el audio que me has enviado.
-Ya estás, yo no he mandado nada, se habrá mandado solo.
-Luego voy abuela, y te lo arreglo. Mientras tanto enchúfalo y lo vas cargando.

Cada día es una aventura nueva para ella. Os voy a contar la videollamada grupal por su cumpleaños. Os podéis ir haciendo una idea, los 4 nietos y ella.

-¡Felicidades abuela! (los 4 a la vez) Cumpleaños Feliz…..
-Hola hijos, pues como hacéis eso… ¿Qué estáis, todos juntos?
-No abuela, cada uno en su casa
-Y ¿Cómo os puedo ver? ¡Uy que grandes estáis! Desde que llevo sin veros.

La abuela se da un beso en su mano y lo pasa por la pantalla. Ya ha llegado el problema, ha bloqueado a dos, ha colgado a uno y yo que me he quedado enganchada con ella.

-Ya se han cansado tus primos hija, que pocas ganas tienen de hablar con la abuela.
-Abuela, les has colgado
-¿Yooooo? Dios me libre, con las ganas que tengo de hablar con ellos y el tiempo que llevo sin verles. Habrán sido ellos que no tienen tiempo de estar un rato con su abuela.
-Espera abuela, no toques que intento arreglarlo. – Vuelvo a llamar a mis primos- Abuela ¿Dónde estás?

Hale, ya ha dejado el móvil encima de la mesa, y allí estamos los 4 gritando a la abuela para felicitarla, y ni caso. Así que después de estar un rato hablando, nos despedimos, quedándome yo pillada con mi abuela en la videollamada porque no me cuelga. Al final, como siempre, tenemos el fijo que nos salva muchas veces.

-Dígame
-Abuela soy yo, nos has dejado colgados y ya han colgado los primos, puedes colgar el teléfono.
-Pues si me has dicho que lo ibas a arreglar, ¿A que no se querían poner?
-Abuela, hemos estado 5 minutos esperando, y llevamos viendo el techo de tu salón un buen rato.
-Pues ¿Dónde estáis hijos? ¿Que estáis en la ventana?
-No abuela. En el móvil, que has dejado el móvil encima de la mesa.
-No te entiendo hija
-Abuela, coge el móvil y dale a colgar, que todavía estoy viendo el techo y luego me paso a verte y a felicitarte.

Mi abuela y el cajero automático. Ahora como les ha dado a los bancos por decir que los mayores tienen que usar la tarjeta, he ido a enseñarle como sacar dinero, bueno, como intentar que lo entienda.

-Hija, yo esto no lo veo
-Ya abuela, pero hay que intentarlo, mete la libreta o la tarjeta
-¿A dónde hija?
-En la ranura
-¡Ay madre! Que se la ha tragado
-Que no abuela, que es para empezar. Hay que poner la contraseña.
-Yo no tengo de eso
-Te la dieron ayer apuntada
-Sí pero está apuntada en la libreta

Anulamos la acción, sacamos la libreta, y en la última hoja tiene apuntado en números grandes 1-2-3-4

-Abuela, la contraseña son estos números que tienes apuntados en la última hoja, es 1234
-Ya lo sé hija
-Pues no me has dicho que no tenías eso
-Porque yo no sé lo que es la contraseña, haberme dicho el número para sacar cuartos.
-¿Cuánto quieres sacar abuela?
-5 € para ir a por el pan
-Abuela, 5€ no se puede sacar tienes que sacar mas
-¿Y para que quiero yo sacar más? Así me lo gasto
-Abuela, para que sepas como se saca el dinero… ¿Sacamos 20€?
-Pues saca 20, ¿Qué quieres que te de la paga?
-No abuela, es para que sepas como tienes que sacar
-Pues si yo paso y le digo a la chiquilla esa del mostrador que me lo dé y ella me lo da
-Que no abuela, que a partir de ahora lo tenéis que hacer vosotros
-¿Yo?… Yo paso dentro
-Déjalo abuela, ya voy yo cuando necesites y te lo saco.

A los señores de los bancos, de las pensiones, de los teléfonos, del TDT, de las televisiones, de los mandos… ¿Es necesario hacer aprender tan rápido a nuestros mayores? La mayoría de las mujeres rurales intentan meterse en este mundo loco, intentando aprender rápidamente y hacerse con la tecnología. Las videollamadas para ver a sus nietos hacen que los puedan tener más cerca. Las RRSS hacen que se comuniquen e intenten modernizarse para entrar en un mundo que va muy deprisa y en continuo cambio. El lema es “Nunca dejes de formarte, aunque seas mayor, aunque no tengas estudios, sólo con el interés y las ganas de aprender formarás parte de este mundo loco de la tecnología, que nos hace a todos volvernos chiflados”


SEGUNDO PREMIO POESÍA: «ÁMATE»| Lidia García-Patrón Ayuso

Tu cuerpo, mujer, del que brotan flores
y de su simiente un vergel.
Riégalo con la bruma de cada marea,
clama en cada Luna
y reclama por la mañana todas tus angustias.
Sumerge tu ombligo en tibias aguas
y quiebra albores en toda su espesura.
Mujer, la lucha también es tuya,
ármate y vuélvete ruda,
deja que la duda se aleje y diluya,
camina, salta y arranca.
Fuerte en templanza,
libre en tu mirada,
abarcas en todo lo que alcanza.
Esta noche te mecerán las olas del mar,
amarra tus sueños que se cumplirá.


TERCER PREMIO PROSA: «SIN TÍTULO»| Salina Carrasco Gutiérrez

Estaba tumbada en la cama de lado, a punto de dormirse. Notaba la fuerte tormenta golpear las persianas y rugir con desesperación al otro lado. Había dejado de llover hace un rato, pero el viento era como un niño salvaje y curioso: ahora golpeaba aqui, luego jugaba con la ventana del pasillo, luego se arremolinaba en las ramas del cerezo en el jardín…

Ella apretó los ojos con más fuerza aún y frunció el gesto. Con un susurro ronco protestó por el escándalo de la borrasca a ésas horas de la noche.

Sintió frío, pero su cuerpo y su mente estaban justo en ese momento en el que todo te pesa tanto, que lo que pase en el mundo de los despiertos empieza a importante bien poco.

SSSSSHHHHHHHHHHHH

Al mismo tiempo que el viento volvía a aullar sintió un cálido abrazo. Alguien la envolvía con sus brazos, y por un par de segundos sintió mucha paz.

Pero aunque sabía que no estaba dormida, notó una extraña sensación de vértigo en la boca del estómago y abrió los ojos bruscamente, deseando que su presentimiento fuese real. No. Estaba sola. No había nadie a su lado, ni siquiera dentro de la habitación.

– ¡Era ella!- Al día siguiente, mientras tomaba café con sus hermanas, no paraba de repetir su historia una y otra vez – ¡Estoy segura de que era ella!.

Yo, tomándome un café al otro lado de la mesa, no pude sino tratar de disimular una risita aguda con una tos repentina.

– Era nuestra hermana – repetía, tenía los ojos desencajados, las manos sobre la mujer que estaba más cerca. – Sé que era ella porque no sentí miedo.

Y mientras volvía a repetir la historia de la tormenta y el abrazo, observé con interés las expresiones de todas La hermana más cercana asentía. Otra, un poco más lejos soplaba su café caliente. La más pequeña la miraba atónita, de pie junto a la cafetera.

– Sí que puede ser ella sí. – dijo la pequeña- Es algo que ella haría.

– Y acordaos de lo que le pasó a padre -dijo la que tenía más cerca, con voz profunda, y juraría que incluso un poco burlona.

Yo me puse a dibujar en una servilleta de papel. Era la única allí que no era de la familia y me sentía un poco intrusa del momento. Además, nunca he creído en los fantasmas.

– Sí la echas de menos, seguramente ha venido a verte. -prosiguió la hermana pequeña con voz maternal – Éso es así.

– Pienso en ella cada día.

– Y yo – respondió la mediana.

– Y yo – conminaron las otras dos.

Se callaron un momento. Mi cara se enrojeció al pensar que yo no la tenía en mente ni dos veces por semana, pero creo que nadie lo notó. Tosí de nuevo.

– Es que tenía que ser ella. Sentí un calorcito, y ésa presión en los brazos…Y mientras volvía a contar la historia del fantasma de la hermana muerta, me di cuenta de que lo importante no era el tema, lo importante era poder pasar allí el rato juntas, disfrutar de la compañía de otras mujeres, fuertes y valientes, que pese a las piedras del camino y las ausencias, continúan adelante con la vida que les queda por andar.


TERCER PREMIO POESÍA: «QUIERO VERTE IMAGINAR»| Ana Isabel Fernández Sánchez-Migallón

 

Se va apagando la luz del sol,
 
tu miedo se aferra a la mirada,
 
incapaz,
 
paralizada,
 
te falta el aire.
 
Las cadenas de terror
 
por fin las desataste.
 
Tan solo son recuerdos del ayer.
 
Tu hoy es tu agonía por creer en el amor,
 
tus fantasmas del pasado,
 
¡Te atan!
 
Déjame que te erice la piel,
 
susurrarte al oído palabras
 
que jamás escuchaste.
 
Quiero oírte:
 
respirar,
 
jadear.
 
Que me comas con la mirada.
 
Recorrer cada peldaño
 
de tu cuerpo.
 
Quiero verte imaginar.
 
Te sobra valentía.
 
Solo estás viendo lo
 
que hay delante de ti.
 
¡Despliega las alas!
 
Una cosa es cuestionar tu mente
 
y otra tus ojos y tus oídos.
 
Acelera, volatiza tu miedo.
 
No es tan solo tu cuerpo de mujer,
 
es un sentimiento,
 
es el alma del placer.
 
Sutil, sensual,
 
como un susurro que eriza tu piel,
 
recorre cada punto de tu cuerpo
 
sin tan siquiera acariciarte.
 
Tu esencia de mujer
 
es fortaleza y delicadeza,
 
¡qué sublime combinación!
 
Ámate, valórate.
 
Que recordar tu pasado
 
sea hoy tu resistencia.
 
Acelera, volatiza tu miedo,
 
¡que te espero!
 

El resto de obras participantes son:

 

«LA NOCHE FRÍA DE UNA INFANCIA»| Blanca Guerrero Martínez

 

Cerradas todas las puertas, esto es una sepultura
hay que calles tan desiertas y que noches tan oscuras.
Corriendo a todo correr a Madrid la vuelta di.
¿Qué se abrirá para mí?. ¿Quién me querrá recoger?
Diez horas andando llevo y el aliento me faltó. ¿Tendré que volver? .
Ay no, me van a pegar de nuevo y ya he sufrido bastante. Martirizada me tienen.
¿Qué se oye?. ¿Quién va?. Los guardias vienen…. No, pasan adelante.
Esos hombres son muy malos, lo he dicho y lo repito.
¿Cuál ha sido mi delito?. Pasar hambre y llevar palos.
Si me atreviese a llamar a esa puerta…No me querrán amparar.
Ánimo, los hay de buen corazón, la puerta tiene un letrero, no llamo, no,
que será la prevención. Que cansada, ni un banco ni luz ni nada.
Qué lejos la luz del día, qué cielo tan inclemente
qué noches tan diferentes a otras noches madre mía.
Sobre la mesa un quinqué, papá empieza a trabajar,
mamá hace volar la máquina con el pie.
Un gato en eterna siesta en mis piernas se hace un lío,
y yo le digo hijo mío y él marra-miau me contesta.
Unos cosiendo, otros hablando, las horas van dando y dando
mi cabeza va cayendo, mis ojos se van cerrando.
Mamá de acostar me cuida y entre ambos les digo adiós,
y dos besos de los dos, en paz me dejan dormida.
Diez horas de sueño nada son para mí,
pues me despierta mi gato jugando sobre la almohada.
Llamo y a venir se prestan y dos besos me levantan, los dos mismos que me acuestan.
Entre cantar y coser, la vida así iba pasando.
Pero una noche cesó la máquina de coser.
¿Por qué mamá no me llama?. Dije a mi padre llorando. Tu madre… tu madre se muere.
Corrí a su lecho llorando y entre los inertes broches de sus labios,
con exceso le pagué todos los besos que me dio todas las noches.
Ya nunca la he vuelto a ver. Yo lloré a la madre mía.
Mi padre…mi padre un día me presentó a otra mujer, que ceño, que nombre Andrea, alta delgada y huesosa , el me dijo que era hermosa , yo le dije que era fea.
Él me dijo: ahora va a ser tu madre.
Y mi respuesta fue, que era una sola pensé, la madre que uno tenía.
-Pues lo es y lo será, ahora vas a respetarla.
¿Qué es esto, quién va?. Son hombres que van cantando, me da miedo de esos cánticos, siento aquí un peso …en la boda de mi padre cantaron eso.
Gran boda era, de fijo más alegre que la primera.
Mi padre iba y venía, hasta bailaba. Yo, asombrada y medrosa le contemplaba.
«Qué maravilla» , yo era el hombre de años y él la chiquilla.
Por fin todo acabó, todos se fueron, en la calle sus gritos nos despidieron.
Solos quedamos, y los tres frente a frente, nos contemplamos.
-Ven y abraza a tu madre, dale los brazos. Pero yo no quería ni hecha pedazos.
Tras días tan alegres, vienen otros días…Mi padre al poco tiempo la conoció.
«Qué matrimonio», estábamos casados con el demonio.
Busqué un día a mi padre y lo hallé en su cuarto llorando, hablando con su conciencia.
Me subí a sus rodillas con mil esfuerzos y procuré consolarle dándole besos.
Le dije: ¿Ves padre, como no hay en el mundo más que una sola madre?
Mi padre murió con el miedo lentamente y ahora quedamos la fiera y yo frente a frente.
– Ahora vas a respetarme. Qué miedo, qué manera de mirarme.
A otro día ya cantaba y la dije: no cante usted porque se ha muerto mi padre.
Me agarró con furia, llena de rabia y
me dio tal golpe en el hueso que llaman de la alegría…
que nombre Dios de Israel… a quien le puso ese nombre. ¿No le darían en él?.
Cansada estoy de sufrir y de tanto padecer. No pienso más en volver…
¿Más que hacer?. ¿A dónde ir?. Un guarda apaga el farol y a oscuras me dejará.
¿Cuántas horas pasarán, antes de que salga el sol?
Qué miedo noche maldita. Pero si yo recordara aquella oración bendita
que mi madre me enseñó apenas si sabía andar de rodillas.
– La una, qué triste velo Virgen María
tu mi consuelo, tu amada mía, Reina del Cielo
oye mi canto, calma mi lloro.
Mira atu sierva, ve que te imploro.
Por el que un día murió en la Cruz
Virgen María un rayo envía, luz, mucha luz.
– ¿Qué es eso?. Qué claridad, qué fortuna ,
salió un rayo de luna para alumbrar mi camino.
Ahora, ahora es cuando puedo leer.
Sociedad Protectora de los Niños. Eso es, de los niños.
Llamaré, mas no alcanzo al aldabón.
Si esta casa bendecida, a niños fue destinada.
¿Por qué al ponernos la aldaba, no nos tomaron medid?.
Llamaré, aunque luego después me riñan.
– Socorro, por favor, una niña abandonada.
Nada escucho, todo en calma, pasos se oyen, voy de un vuelo
Dios te bendiga en el cielo, madre mía de mi alma.


 

«LA SEMILLA QUE CRECIÓ»| María Jesús Alcázar Martínez

Es tan solo una semilla
Lo que nos deja ElSeñor
En otro cuerpo pequeñito
Encerrado en otro Amor
Es el amor de la madre
Que también así empezó
La semilla va creciendo
En su cápsula de amor
Y cuando rompe a la vida
Ha de encontrar el calor
Como la planta en el aire
Que necesita del sol
Y así vamos creciendo
con la ayuda del Señor
él pone cuanto hace falta
Lo demás lo pongo yo
Pero si no encuentra amor
Como la planta se seca
Sin recibir el calor
Y dentro de este hombre
Habrá un nuevo corazón
Que se irá desarropando
Sin cariño y sin calor
Y ya no será eese mismo
El que le puso El Señor
Tal vez ocurrió lo mismo
Con el negro corazón
Que hoy invadiendo Ucrania
No siente ni compasión.


 

«DETRÁS DE SU MIRADA»| Esther Martínez Romeral

Detrás de su mirada,
escondidos en su memoria,
se escondían los secretos más oscuros,
que su alma atormentada no podía olvidar.
Quiso dejarlos atrás,
pero un sentimiento de culpa,
no la dejaba avanzar.
La culpa de querer una vida mejor,
la culpa de no tener el valor
de huir sin mirar atrás,
esa culpa que se siente,
cuando te humillan sin cesar.
Pero ella quería olvidar,
quería sentirse viva de nuevo,
y ser valorada por su esfuerzo,
para así nunca más sentir ese yugo en su pecho,
el yugo que te infringe el desprecio más cruel,
que te genera un sentimiento que crece en ti,
de no valer.
Nunca pensaste que ese amor tan idealizado,
se convertiría en la tortura mas inhumana e infiel,
que sufrirías cada día y cada segundo en tu piel,
y desearías morir para que acabara de una vez.
Pero un día despiertas y sientes que quieres correr,
pero ya es demasiado tarde para ti mujer,
pues has pagado un alto precio,
dejando tus sueños rotos sin cumplir,
por culpa de los infortunios de la vida,
que te tocó vivir.
Hoy dulce alma vuelas, ya eres libre,
pues entre sus manos dejaste tu vida,
no como pensabas, ni como soñabas,
pues tú te merecías mucho más,
no a alguien que no te supo valorar.


 

«ES UNA MUJER LA QUE HABLA»| Virginia Más Peinado

 

Mi patria debe ser, sin lugar a dudas, una biblioteca como esta. Siempre he considerado las bibliotecas como máquinas del tiempo, como puertas hacia otras vidas.
 
Ahora debo sumergirme en el pasado, que no es más que uno de muchos futuros. Estoy inmersa en un trabajo de investigación para la universidad titulado «Los orígenes del feminismo» y me encuentro en la Biblioteca Nacional de Francia dispuesta a examinar a conciencia algunos ejemplares que puedan salirse de los títulos habituales con los que suele analizarse el movimiento feminista.
 
Camino por la gran plaza central donde se encuentran las cuatro torres que representan cuatro inmensos libros abiertos. Me fascina la sensación de transitar por las entrañas de un libro y me dirijo a la Torre del tiempo, un remanso en medio de la agitación de la ciudad que me invita a la meditación y la lectura.
 
Deambulo por sus pasillos infinitos, examinando sus estanterías con intriga. Un libro polvoriento, encuadernado en piel, da un pequeño paso para salirse de una fila perfectamente alineada y quedar encajado en la palma de mi mano.
 
No creo en las señales, pero me siento obligada a darle una oportunidad: «Agravio de las mujeres» de Marie de Gournay. Es una autora invisible, de la que no he oído hablar jamás en todo el tiempo que llevo como investigadora del feminismo.
 
Apoyada en la estantería, su primera página me da la bienvenida: «Feliz tú, lector, si no tienes nada de ese sexo que tiene vedados todos los bienes al tener vedada la libertad ». Mi ávida lectura se desliza por unas líneas poderosas que denuncian el desprecio que sufren las mujeres y la desautorización permanente de sus palabras. Se dirige contra la falta de rigor del pensamiento varonil —el hegemónico—, al no escuchar ni leer a las autoras, condenándolas directamente a la inferioridad intelectual. A la vez, Marie resalta la sensatez de las pensadoras, que sí conocen la obra masculina, lo que les permite reflexionar sobre ella y elaborar sus propias críticas, demostrando su capacidad intelectual. Señala que esto se produce porque los hombres se han asignado históricamente unos privilegios —la cultura, la palabra—, negándoselos a las mujeres.
 
—¡Cuánta razón tienes, querida! En este libro he encontrado una poderosa semilla para mi trabajo —susurro, acariciando las tapas mientras sigo buscando más títulos de la autora.
 
—Agradezco sus cumplidos y que haya atendido a mis súplicas silenciadas —indica la voz de una mujer situada a mi espalda. —Soy Marie Le Jars, conocida por todos como Marie de Gournay —se presenta aquella anciana misteriosa vestida con atuendos típicos del Renacimiento.
 
Mis párpados superiores se elevan, las comisuras de mis labios se retraen: soy la viva imagen del terror. La Torre del tiempo ha conseguido trasladarme al pasado de manera literal.
 
Enmudezco de la impresión al cerciorarme de que mis pantalones vaqueros y mi sudadera con capucha han sido reemplazados por un corpiño de talle corto, ajustado y una falda amplia sobre la que se asienta el verdugado, un ahuecador de falda realizado con ramas de verdugo. Mi largo cabello, siempre suelto sobre los hombros, estaba recogido en un moño con una raya al centro cubierto por un birrete bajo.
 
—No tengas miedo, valiente investigadora. Al escoger mi obra en esta inmensa biblioteca, has abierto una puerta que estaba sellada. Un agujero de gusano que te permitirá acompañarme en este viaje —evidenció Marie, devolviendo sus libros a la estantería de una biblioteca cuya apariencia y disposición habían cambiado por completo. —Cuando regreses, podrás cargar con todos mis escritos. Ahora necesito que observes y escuches con atención, que te pongas en la piel de esta «bruja solterona y demente», es así como suelen definirme. R esulta imprescindible tu trabajo para la reconstrucción de la memoria histórica de la lucha de las mujeres. Es lamentable que en vuestro siglo XXI sigan pronunciándose discursos que desautorizan a las mujeres como intelectuales.
 
En esta actualidad, en la estás como visitante, Francia permanece sumida en el Antiguo Régimen. El feudalismo se va desmoronando para dar paso al sistema capitalista, la monarquía absoluta es el sistema político imperante y la sociedad está dividida entre estamentos privilegiados y desterrados.
 
—Resulta evidente que tú has tenido la fortuna de nacer en el estamento elegido —insinué con timidez, mientras acondicionaba este atuendo con el que me sentía la reina del carnaval.
 
—¡En efecto! Nací en una familia acomodada, pero sujeta con firmeza estos pergaminos y esta pluma de oca para tomar notas de la historia de Marie de Gournay, una mujer silenciada por la historia junto con la que te has quedado atrapada. Podrás descifrarla, letra por letra, en tus propias carnes.
 
Me abrumaba la inquietud porque era la primera vez que escribía con pluma. Estaba hipnotizada contemplando el devenir de la muchedumbre por las calles hediondas de París. Un libro elegido al azar me había convertido en una privilegiada cronista del pasado y no me podía permitir pasar por alto ni un solo detalle.
 
—¡Cuéntame tu historia, Marie!, prometo concederte, en el tiempo y el espacio que me corresponden, la dignidad y el reconocimiento que mereces —señalé empuñando la pluma temblorosa.
 
—Nací en Paris el 6 de Octubre de 1565. Mi familia pertenecía a la aristocracia de la región de Picardía. Mi abuelo materno y un tío paterno fueron escritores con cierto prestigio. Aquí tienes algunos de los motivos que favorecieron mi perfecto aprendizaje en lectoescritura en un pueblo lacrado por las tinieblas del analfabetismo, y mi ambición por explorar todos los rincones de las Letras, las Artes y las Ciencias. Mi padre, Guillaume Le Jars, que trabajaba como tesorero real, falleció cuando yo apenas tenía 13 años, siendo la mayor de seis hermanos. Comenzaron entonces las dificultades económicas para mi familia y tuvimos que marcharnos de París para mudarnos a un castillo familiar situado en Gournay-sur-Aronde, lugar de donde tomaré mi nuevo apellido. Desde entonces mi madre, Jeanne de Hacqueville, se olvidó de mis inquietudes intelectuales e intentó formarme para la economía doméstica y la crianza dentro del más estricto «código femenino» de la época.
 
—Pero te rebelaste contra el destino que habían escrito para ti…
 
—¡En efecto, querida investigadora! Aprendí a acatar las mínimas reglas básicas para no provocar enfrentamientos, pero en la soledad de mi habitación comencé a formarme en griego y latín, con un procedimiento autodidacta y clandestino. Le robaba horas al sueño para devorar, a la luz de las velas, los volúmenes de Física, Geometría, Literatura Francesa e Historia que reposaban moribundos en la biblioteca del castillo.
 
Presentaba escasas dotes para la cocina y las labores del hogar, y mi madre caía en la desesperación ante el desinterés que mostraba para casarme con un tipo bien posicionado, formar una familia y vegetar, a la sombra de mi esposo, con una gran sonrisa.
 
—Entonces, ¿jamás tuviste una pareja con la que compartir todos tus hallazgos y saberes? —cuestioné, sin dejar de escribir todas sus revelaciones.
 
—A medida que excavaba en la médula del conocimiento, mis dudas iban en aumento y necesitaba seguir rastreando. Para comprender en profundidad el mundo que me rodeaba, no tuve más remedio que acogerme al celibato y a la soltería, rompiendo con todos los estereotipos de esta época putrefacta. En esta ciudad no solo apestan las calles con los vertidos del «agua va», también apestan las mentes pútridas en plena descomposición.
 
—Tienes razón. El olor es totalmente insoportable —confesé mientras me tapaba la nariz con los dedos.
 
—Con vuestros alcantarillados, servicios de recogida de desperdicios y hábitos de higiene personal, tan solo habéis sabido ocultar los malos olores. En vuestro decepcionante futuro coméis y engullís toneladas de basura. Las calles huelen mejor, pero estáis rodeados de la misma montaña de mierda —defendió Marie con orgullo. —Pero no nos desviemos del tema… Cuando tenía 26 años, falleció mi pobre madre, rota de desconsuelo al no haber podido casar a su primogénita. Me convertí en la matriarca del clan familiar, haciéndome cargo de gestionar las deudas con las que cargábamos, provocadas por las guerras de religión que hostigaban a Francia en aquellos momentos. Mi estirpe, perteneciente a la nobleza católica, se vio atrapada en esas luchas de poder, vaciando unos bolsillos que ya estaban huecos. Evalué el eco de nuestras arcas, reduciendo al mínimo nuestros gastos, mientras me encargaba de la formación militar de mis hermanos así como de casar a mis hermanas, tal y como mi madre había estipulado.
 
—¿Y no te sentiste como una traidora al hacerlo? —denuncié ruborizada.
 
—Me sentí indigna, desleal, una desertora de mis propias convicciones, pero antes de caer en la apatía, llegó a mis manos la primera edición de los «Ensayos» de Montaigne. Totalmente impresionada por el poderoso testimonio que destilaban aquellas páginas, aproveché una breve estancia en Paris para escribirle una carta, manifestando mi deseo de conocerlo y debatir con él infinidad de cuestiones. El esperado encuentro se produjo un día más tarde. Montaigne parecía impresionado por el hecho de que una mujer tuviera tanto interés en dialogar con él sobre temas que, sospechaba, no parecían incumbir a las mujeres. ¡Una vez más te equivocabas, apreciado Michel!
 
—Sin duda, conseguiste que cambiara de opinión… —aposté con determinación.
 
—¡Por supuesto, compañera! En nuestros agitados encuentros se inició una de las relaciones más fructíferas de la historia del pensamiento. Durante largas temporadas Montaigne no dudaba en trasladarse a nuestro castillo para dejarnos arrastrar por un prodigioso intercambio cultural que, a pesar de las habladurías de los curiosos, jamás llevó implícito el intercambio de besos ni de fluidos corporales. Antes de morir, me hizo prometerle que me encargaría de la revisión de sus «Ensayos», redactaría un prólogo y llevaría a cabo la misión de ser su editora. Este fue el primer paso para dejar de ser etérea en un mundo construido para los hombres. Me mudé a París para escapar de las rutinas, para continuar con mis apetitos insaciables de cultura e ilustración.
 
Gracias a los conocimientos adquiridos en la oscuridad de mi habitación y a mi presentación en sociedad como «una mujer leída», tuve la fortuna de entrar en contacto con otras eruditas europeas en los salonniers, salones literarios (que permitían el acceso a mujeres) en los que compartíamos nuestras inquietudes culturales a través de dilatadas conversaciones, lecturas públicas e incluso gratos conciertos.
 
Aquí tenía un altavoz para denunciar que si las mujeres no alcanzaban puestos más destacados en el panorama cultural de la Francia gangrenada que me había tocado vivir, era debido a la carencia de posibilidades para formarse. Por esta razón, nunca dejé de animar a todas mis amigas y conocidas, a través de mis libros que comenzaban a gestarse y en las reuniones que yo misma organizaba, a adquirir el aprendizaje necesario para situarse al mismo nivel intelectual que los hombres para, con el tiempo, demostrar la igualdad de los sexos a este respecto.
 
En mis «Escritos sobre la igualdad y en defensa de las mujeres» dejaré esparcidos algunos pedazos de mi alma, rei vindicando los deseos, necesidades y expectativas de todas las mujeres que buscaban ser dueñas de su propia vida, tejiendo una defensa argumentada de la dignidad y de las capacidades intelectuales de las mujeres.
 
Me pronunciaré en géneros diversos como, por ejemplo, la poesía, la ficción y el ensayo. A  través de ellos expresaré ideas y sentimientos polémicos, usando la ironía y el sarcasmo como escudo. Denunciaré públicamente la sumisión del sexo femenino, desmontaré estereotipos misóginos que menospreciaban a la mujer e identificaré con acierto todos los mecanismos que la infravaloraban.
 
—Al ser una mujer, te chocarías con muros inquebrantables con los que silenciar tus quejas —evidencié mientras los pergaminos se me escurrían de unas manos sudorosas.
 
—Soy astuta y utilicé una ingeniosa técnica con el fin de demostrar la valía de mis palabras. En mis escritos, tomaba fragmentos de autores masculinos respetados, y a partir de sus juicios afianzaba mis pensamientos sobre el concepto de la mujer.
 
—Y tus enemigos se fueron multiplicando como las setas en un pinar otoñal…
 
—Comenzaron las descalificaciones y los ataques indiscriminados hacia mi persona. Me encontré en la obligación de buscar la financiación y el amparo de las autoridades para continuar escribiendo incesante. Para construirme una red de protección, ofrecí mi pluma a personalidades influyentes como María de Médicis e incluso al cardenal Richelieu, que llegó a compensarme con una modesta pensión real.
 
Con la seguridad de tener un plato de comida sobre la mesa, continué desvelando, a partir de mi propia experiencia, los mecanismos de desautorización femenina. Partiendo de un discurso de razón frente a las falsas creencias y las supersticiones, defendí con ferocidad la igualdad de hombres y mujeres, escapando de la polarización de las posturas dominantes. Las causas de esta desigualdad están perfectamente asentadas en el pensamiento secular clásico, en el religioso y en el ordenamiento político, pues ni la naturaleza ni Dios han declarado a los hombres más valiosos o superiores a las mujeres .
 
El poder patriarcal sospecha en la mujer un peligro latente, de ahí que establezca un rígido control para vigilar su conducta. La tradición cristiana considera que la naturaleza femenina es brutal e impulsiva y ensalzará la imagen de la doncella, de la esposa y de la madre. Las mujeres tenían la misión de no mancillar el honor de la familia y se elaboró un código de obediencia cuya transgresión estaba severamente castigada.
 
—¿Y cuál fue tu castigo como mujer rebelde?
 
—Mi condena ha sido la soledad. No he conocido el amor (fuera de los libros) ni la pasión carnal, pero esta lucha por los derechos de las mujeres ha llenado todos los poros de mi cuerpo. Soy ya demasiado mujer y demasiado anciana. Sospecho que me quedan pocos suspiros por delante…Con mi valor he demostrado que no hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente. Gracias a este encuentro inesperado podré hablar a través de tu boca de mujer, sin firmar como anónimo o con un nombre masculino inventado. Soy Marie de Gournay, sigo soltera porque nací así. Jamás aceptaré las cosas que no puedo cambiar porque, gracias a tu trabajo de investigación, estoy cambiando las cosas que no pienso aceptar. Existen pocas armas tan poderosas como una niña con un libro en la mano. Tú eres esa niña, utiliza bien tus armas…
 
La figura de Marie se esfumó como un manojo de viento. Regresé instantáneamente al siglo y al atuendo correspondiente. Los pergaminos permanecían plegados entre mis manos.
 
Mi trabajo estaba escrito y tenía el deber de matar al «ángel del hogar», de poner voz a esta Marie silenciada con la convicción de que podría cambiar el mundo para todo un colectivo cuyo único defecto visible parece ser el no haber tenido la previsión de nacer con otro sexo.
 

 
«AMOR Y LIBERTAD»| Blanca Fernández Carrillo

 

Hay algo en el hombre
Que se hace desear
Esapaz que le inunda
Y le ayuda a descansar
Necemos para el Amor
Y solo por él vivimos
Es el amor de los padres
De los hijos y el marido
Es el amor del amigo
Del compañero leal
De la mascota que cuidas
Y de la tierra natal
Todo eso se nos rompe
Cuando se rompe la Paz
Pues el miedo nos ahoga
Al vivir sin Libertad
Si falta la Libertad
Ya no podemos amar
Pues el amigo no existe
Si te viene a denunciarEl hombre ama la vida
Como ama la Libertad
No puede vivir esclavo
De quien le quiera mandar
Si riompemos las fronteras
Y acosamos sin cesar
Al otro que vive cerca
Y goza su libertad
Que nos queda a los hombres
Para podernos amar.


 
MARTINA»| Isabel Muñoz Vecino
 
         Martina se fue a popa para ver mejor la estación marítima. Después de la muerte de sus hijas, era la primera vez que salía sola y a solas con sus recuerdos. El barco estaba atracando en el puerto de la isla de El Hierro. Vió el edificio de la terminal y mentalmente, para no pensar en nada más, fue describiendo minuciosamente lo que veía: una construcción exenta de dos plantas con la fachada principal orientada al oeste y porticada; a los pies de cada recova había una jardinera, grande y de obra, con buganvillas. A pesar de ser diciembre estaban llenas de flores de múltiples colores, las había moradas, rosas, rojas, blancas y naranjas. Estas flores cubrían los paramentos blancos de la fachada. El edificio tenía las esquinas reforzadas con sillares de roca basáltica gris, las puertas y ventanas eran de madera de color azul, siguiendo las directrices que el arquitecto César Manrique había establecido para Lanzarote.
 
         Cuando el barco atrac ó, Martina fue una de las primeras en desembarcar, y contempló cómo el barco abría sus grandes fauces y como de ellas salían coches, camiones y autobuses. Todo el pasaje se desperdigó rápidamente y ella se quedó sola. En el muelle estaba reunido todo su equipaje, estaba tan armoniosamente colocado, que le recordó a las esculturas de viajeros de Eduardo Úrculo, las que hay en Oviedo y en la estación de Atocha en Madrid.
 
         Carg ó todo su equipaje en un carro y se adentró en el edificio. Una vez en el interior buscó la consigna, se dirigió a ella y lo dejó todo salvo la maleta de cabina que estaba adornada con dibujos infantiles que simulaban el paso por diversos aeropuertos de países imposibles como El País de las Maravillas, Oz, Liliput, El País de Nunca Jamás, etc.
 
         Martina record ó aquella vez que compraron esa maleta a su hija Berta: la niña tenía siete años; trataron de comprarla por internet, pero Berta tenía ya otra forma de consumo, ¡¡¡cómo se parecía a ella !!!en la que intervenían los cinco sentidos de modo que fueron a a la tienda.
 
         Al deseo de poseer el objeto, Berta siempre a ñadía toda la parafernalia de su elección y el rebuscar por todas las tiendas. Miraba las cosas con detalle y lo más curioso era que también lo hacía desde lejos, como para ver cómo quedaría ese objeto en su pequeño mundo. Nunca pudieron darle una sorpresa en sus cumpleaños, y cuando lo hicieron les tocaba ir a descambiarlo, algunas veces se decidía por lo mismo pero quería que fuese un poco más grande, más pequeño, de otro color, etc.
 
         Martina, sin propon érselo, recordó que en el último viaje que hizo Berta, no le dejaron que llevara la maleta, sólo podía llevar lo que entrara en su mochila ya que el destino era un campamento de verano en la Laguna Negra, en Soria, de modo que, muy a su pesar, tuvo que dejarla en casa.
 
         Dando un golpe de tim ón a sus pensamientos los cambió de dirección y volvió a su tremenda realidad, cogió su equipaje de mano y subió por una amplia escalera pavimentada con losetas rojas enmarcadas con mamperlanes de madera y entró directamente en el comedor de la terminal portuaria, se trataba de un salón con grandes ventanales en sus paredes este y oeste que daban paso a unas terrazas o balconadas.
 
         Martina pasó a la terraza oeste. No quería mirar al mar de frente, pidió un té y siguió describiendo minuciosamente lo que veía para mantener la mente ocupada. Las balconadas estaban adornadas únicamente con unas macetas de barro con plantas tropicales muy cuidadas y estratégicamente colocadas. La iluminación la proporcionaba unos faroles cuadrados de hierro y cristal que colgaban de las vigas del techo y otros, de las mismas características, adosados a las paredes. Las mesas de las terrazas tenían unos manteles de jacquard amarillos y las sillas, que eran de rattan, tenían cojines del mismo tejido y color que los manteles.
 
         Cuando termin ó su té, regresó al comedor, grande y acogedor y que ya estaba preparado para la cena. Era el 24 de diciembre. La decoración colonial con grandes y pesados aparadores, uno de ellos, con la vajilla blanca y lisa de Villeroy & Boch y la cristalería, también lisa y de cristal casi invisible de Bohemia, el otro aparador, situado en la pared opuesta, contenía la ropa de mesa, de lino blanco inmaculado.
 
         La jefa del comedor le cont ó, ante la sorpresa de ver a Martina fijarse en la vajilla, que la concesión del restaurante la tenía un rico alemán de Mettlach, enamorado de la isla, quien la traía al restaurante, cuando la fábrica de su ciudad hacía un programa de “stock fuera”, con la única condición de que las piezas fueran blancas. Una curiosidad.
 
         Las vigas vistas de madera lucían en los techos de gran altura, y de ellas colgaban cinco lámparas de bronce con bombillas, cubiertas cada una, con pequeñas tulipas blancas. El pavimento era de loseta roja de grandes dimensiones, y estaba cubierto de alfombras de yute muy bien distribuidas. La vegetación también estaba muy presente en la decoración del salón del restaurante: se trataba de plantas altas, grandes y frondosas que se situaban en los rincones del mismo. Las mesas tenían dos manteles, uno que llegaba hasta el borde de las sillas, de color beige y el otro más corto de color blanco nuclear. Encima de cada mesa había una poinsettia enana a punto de colorearse de rojo.
 
         Quer ía ya irse, así que pidió que llamaran un taxi y mientras esperaba su llegada puso un WhatsApp a la familia y amigos diciéndoles que había decido pasar las fiestas de Navidad sola y pidiéndoles que no interrumpieran su soledad. No obstante, bloqueó todas las llamadas entrantes en su móvil; estaba empezando a oscurecer y se encendieron todas las luces del comedor, dándole un aspecto muy elegante.
 
         Tom ó el taxi y llegó al Parador de turismo de la isla ya de noche, pidió una habitación con vistas al mar y anunció una estancia de un mes. Se encontró con un sitio limpio y acogedor. Descorrió las cortinas buscando luz, pero estaba todo oscuro y atardecido y no veía nada. Oía el ruido del mar cerca, el ir y venir de las olas en las piedras de la playa que rodeaba al Parador.
 
         En la ducha le vino a la mente la otra hija: esta vez no record ó, sino que oyó nítidamente la voz de Gabriela diciendo: “mamá tráeme todos los botecitos del servicio de tocador”. Abrió el grifo de agua fría y tiritando volvió a la realidad.
 
         Aunque no ten ía hambre, bajo al comedor del parador, ya era tarde y estaba casi vacío pero vió dispuesto el nostálgico y navideño buffet. Cenó sola y sintió un cierto bienestar.
 
         Y Martina record ó las Navidades pasadas que fueron tan tristes y traumáticas: Ni ella ni Boris, su marido, fueron capaces de reconfortarse mutuamente ante la pérdida de sus hijitas, cada uno estaba tan enfrascado en su dolor que no podía aliviar el del otro. En su luto estaba presente la ira, la culpa e incluso la vergüenza, de modo que todo se había traducido en reproches y agresividad entre ellos.
 
         La muerte, pens ó, forma parte paradójicamente de la vida y no la entenderíamos sin ella, pero cuando esa señora se lleva a uno de los nuestros, entonces nos enseña su zarpa y deja marcado el rasguño de su impostura en nuestras entrañas.
 
         Pero hay tambi én, de vez en cuando, muertes que podrían llamarse “emblemáticas”, muertes que nos sobrecogen por su absurdo más imprevisto, más impensable y menos de recibo, se trata de esas muertes que les sucede a personas a las que parecía que todo conspiraba para que s i guieran viviendo, y este es el caso de la muerte de las dos niñas.
 
         Estaba claro que no pod ían sobrellevar el luto juntos, el amor pudieron compartirlo pero el dolor no, este sentimiento que se agarra a tu pecho y te rompe las entrañas hay que pasarlo en solitario, nadie ni nada puede aligerarlo. Según los psiquiatras sólo el tiempo puede ayudar a sobrellevarlo, hay que descomponerse en llanto para, pasado un tiempo, poder volver a componerse, con recuerdos pero sin desgarro. Por ello decidieron, sin llegar a divorciarse, separarse por algún tiempo. Boris se fue a su tierra, a Dublín, con la poca familia que le quedaba allí, y ella se quedó sola. Esto fue en agosto, cuando se cumplía un año de la muerte de las niñas.
 
         Martina crey ó que su duelo se había convertido en patológico, su corazón nunca recobró la cordura, ya que a pesar del paso de meses o incluso un año, no podía controlar estos sentimientos y optó por mantenerse en silencio y sola, pensando que los demás podrían sentirse muy incómodos al no poder compartir con ella estas sensaciones, por eso en estas fechas tan señaladas eligió alejarse, y darle una última oportunidad a su dolor, ahora estaba absolutamente sola, pero esta sensación le gustó, aunque le dio un poco de vértigo en el estómago.
 
         Las ni ñas murieron en un accidente que tuvo el autobús que las llevaba al campamento de verano de La Laguna Negra, en una carretera estrecha de Soria. Un trailer maderero lo sacó de la carretera y murieron 21 niños, 3 monitores y el conductor.
 
         De nuevo en la realidad y con un nudo en la garganta abandon ó el restaurante, pidiendo que le sirvieran una tila en el salón del parador. Allí vió a una pareja sentada en unos sofas que al entrar, la miraron y la saludaron y le dijeron algo sonrientes, pero no pudo entender nada; desde luego no hablaban francés o inglés. Pensó que serían noruegos o alemanes.
 
         A pesar de ser una noche tan navide ña, aquella extranjera estaba tranquila tejiendo lana. La labor era pequeña, cuadrada y de colorines, y esto le recordó esas mantas que se hacen a base de cuadrados con diversos motivos: trenes, casitas, mariposas, etc., y que luego se unen todos los cuadraditos entre si y queda formada la manta, rematándola con una cenefa a su alrededor, lo que confiere unidad al conjunto.
 
         Y Martina record ó que había traído una manta como la que creía que estaba tejiendo la noruega. Había sido un regalo de su hermana. La maleta de Berta, la manta, los recuerdos…
 
         Sin darse cuenta de que estos recuerdos se alejaban, se quedó sola en el salón y decidió irse a la cama.
 
         Se levant ó a las 7:20 horas para ver salir el sol. Había dormido poco y mal, aún medio atontada y confundiendo las ensoñaciones con la realidad, salió a la terraza envuelta en su edredón. Estaba empezando a amanecer y vio un pequeño muro de piedra volcánica que separaba su terraza de la playa y vio el oscuro e inmenso Atlántico ante ella, y otra vez sintió vértigo en su estómago.
 
         El sol sali ó del mar, primero un pequeño resplandor y luego poco a poco toda la esfera naranja, majestuoso y poderoso como un Dios, hasta que estuvo encima del mar. Martina, mirando al nuevo día y encomendándose a ese Dios, entró en la habitación se vistió y en recepción pidió un coche de alquiler y con el mismo vértigo en el estómago de siempre se dirigió al sur de la isla, a La Restinga, el núcleo urbano más meridional de Europa y allí contactó con un Centro de Buceo.
 
         Ese mismo d ía realizó su “bautismo de mar”, primero tuvo una clase teórica, imprescindible para ser buceador y en la que aprendió cómo es todo el equipo, cómo utilizarlo para no tener accidentes y mantenerlo en forma para posteriores usos, luego pasó a una inmersión en aguas confinadas, tras lo cual salió al mar a bucear a una profundidad de cinco metros, acompañada de un instructor.
 
         En pocas semanas hizo grandes avances en el buceo, iba casi todos los d ías a primera hora y siempre formaba parte del primer grupo de inmersión. El mar de La Restinga es limpio y transparente, a 15 metros de profundidad el color del agua se vuelve azul, Martina nadaba entre los peces, los más amigables la rodeaban explorándola, otros huían de ella en desbandada. Una manta nadó delante de ella haciendo exhibiciones; había peces de casi todos los colores, como el tamboril espinoso de color azul, el gallito amarillo, la sama juvenil de rayas blancas y rojas, el sargo molinero, de rayas blancas y negras, grupos de abades, entre los que nadaba uno de su misma especie que había cambiado de su color pardusco a un color amarillo limón. Una de las veces vio un cardumen de peces azules y amarillos con las aletas y la cola verde fluorecente, está visión la deslumbró, y tuvo que girarse para poder ver de nuevo. El silencio lo envolvía todo. El fondo del mar era un paraíso mudo.
 
         Despu és de las prácticas de buceo hacía excursiones por la isla: un día llegó al Parque Cultural de El Julan, una amplia ladera flanqueada por barrancos situada en la zona sur de la isla. En muy poca distancia se podía disfrutar de paisajes de gran contraste: zonas desérticas, zonas de malpaís, llanuras, bosques, volcanes y acantilados, se quedó allí un buen rato recordando el nacimiento de sus hijas. A su alrededor tenía un paisaje seco y desolador y comparable con su alma, pensaba que aquí se puede sentir la sed de las personas, la sed del ganado y de los animales, pero sobre todo la sed de la tierra que no tiene ni cura ni remedio.
 
         El Parque es un lugar precioso y ofrece unas magn íficas vistas de todo el Mar de las Calmas, desde el faro de Orchilla hasta casi La Restinga. Ese mar se ve manso y azul como pocos, esto unido al aire fresco que sopla ladera arriba desde el agua hace que el lugar sea el ideal para descansar, y eso era lo que atraía a Martina. Se sentó encima de una piedra lisa, tenía la garganta tan seca como la tierra y muy poco agua en la cantimplora, de modo que dio un sorbito e hizo unas gárgaras para humedecer la garganta y luego escupió, de debajo de las piedras salieron una decena de lagartos que se acercaron para beber el escupitajo. Sintió una gran repugnancia por esos animales de aspecto ancestral y remoto que se revolvían en la tierra seca agitando sus largas colas y disputándose el pequeño, casi imperceptible, charquito de agua, y unas nauseas le subieron a la boca, pero tuvo que tragarse el vómito por el terror de que salieran más lagartos a beberlo. Se encogió en la piedra, recogiéndose las rodillas con los brazos, tenía miedo a cerrar los ojos por si los lagartos se atrevían a subir a su refugio. Cuando el suelo se despejó, se baj ó de la piedra y con cuidado de no pisar a ninguno se fue del lugar casi corriendo, cuando llegó al aparcamiento del centro de interpretación del parque nacional donde tenía el coche aparcado, se desmayó.
 
         El dia 5 de enero se levantó y como todos los días, salió a la terraza para ver salir el sol y recordó unas Navidades cercanas. Era cuando Berta tenía 6 años y se enteró de que los Reyes Magos no existían. Era demasiado pequeña para saberlo, pero Berta era muy despierta, inquieta, curiosa, cotilla y fisgona y se pasaba el día rebuscando cosas y claro, encontró los juguetes. Cuando nos lo dijo no mostró ni la más mínima tristeza, debió de intuirlo un poco antes y el encontrarlos le produjo cierta satisfacción, era como decir: ¡¡¡lo sabía!!!, ¡¡¡lo sabía!!!, tratamos de que guardara el secreto para que Gabriela no se enterara, pero era demasiado pequeña para gestionar un secreto y no supo hacerlo. Estuvo hasta el día anterior a la llegada de los Reyes, diciendo a su hermana:
 
         – S é cosas que tú no sabes.
 
         – El vestido de tu mu ñeca creo que va ser azul, he visto a un paje de los Reyes y me lo ha dicho.
 
         A todas horas presum ía de su superioridad por ser mayor y de saber cosas. La inocente Gabriela nunca se había sentido tan aislada y apartada de su hermana, en estas fechas las niñas se retroalimentaban mutuamente sus ilusiones y expectativas. Ese año fue distinto, Gabriela lo sintió con tristeza y nosotros estábamos seguros de que a la más mínima de cambio Berta lo soltaría, y así fue. La noche de Reyes, las dos niñas se acostaron juntas y cuando Gabriela se durmió, Berta fue a jugar con los juguetes haciendo conscientemente el suficiente ruido como para despertarnos a todos. Martina nunca olvidaría los ojillos medio dormidos de Gabriela cuando vio a su hermana hurgándolo todo. Siempre nos habían pedido permiso para ir a ver los juguetes y de la mano se acercaban a ellos, mudas de ilusión y mirando la terraza para ver si los camellos se habían comido la avena. Ese día fue todo muy distinto y Gabriela presintió que algo iba mal, corrió llorando a su cama, Berta salió tras ella gritando:
 
         – Mam á no le he dicho nada, ¿verdad Gabi que no te he dicho que los Reyes son los padres?, ¡¡¡ y ya estuvo todo dicho!!!, Gabriela se pasó el día llorando sin jugar con nada y Berta tratando de arreglar algo que ya no tenía arreglo y diciendo a todo el que veía: yo no quería decir nada, de verdad tenéis que creerme. Y lo que sí sabíamos era que Berta no pudo retener en su pequeño pecho este secreto, se debatió todo lo que pudo entre hacerse mayor y tener un cierto poder sobre su hermana o compartir con ella, como siempre lo había hecho, este secreto, no intuyó la desilusión que esto causaría en Gabriela, ya que a ella no la impactó lo más mínimo.
 
         Martina se qued ó un rato más mirando al mar, y sin poder controlar el vértigo del estómago que tenía cuando miraba al mar desafiante, se levantó, se vistió y se fue hasta La Restinga. Las clases de buceo iban muy bien, ya conocía a muchos monitores y alumnos y todos la conocían a ella, a pesar de ello nadie intimaba con nadie. La práctica del buceo se hacía en grupo y casi siempre coincidían las mismas personas. En el grupo se hablaba de que a finales de enero, todo el grupo tendría la suficiente formación para hacer la inmersión a El Bajón, un volcán que no salió a la superfície y si la corriente lo permitiera, bucear por el mismo cráter.
 
         El 25 de enero, salió del hotel a primera hora, pagó la factura y dejo un mensaje a la empresa de alquiler de coches, indicándoles la dirección donde lo había dejado aparcado. Llegó a La Restinga, aparcó su coche, se deshizo de su móvil y de toda su documentación y se dirigió al Centro de Buceo, solicitó permiso para hacer una inmersión en solitario; no era lo corriente, pero se trataba de una alumna muy diestra y sensata y su instructor no vió ningún problema en ello y la condujo en la Zodiac mar adentro. Martina se sumergió y escuchó el silencio como un abismo, y sintió una gran felicidad, desde el primer momento se sintió en casa y mientras bajaba los 30 metros de profundidad, manipuló la membrana de exhaustación del regulador de buceo, haciendo que entrara agua al demandar oxígeno, esto la provocó un espasmo en la glotis lo que la impidió respirar…, sabiendo que desde allí no podría salir a la superficie.
 
         Martina, sin abrir los ojos, oyó a sus hijas jugar en la habitación contigua, no se atrevió a levantarse y sin cambiar de postura volvió a acurrucarse en el sillón.


 
«EL DIARIO DE LA ABUELA»| Antonia Ayuso Mora

Yo soy una ginecóloga de tres generaciones. La abuela y mamá me precedieron en este oficio y profesión.
Hemos empleado nuestras vidas al culto del embarazo y alumbramiento de los bebés frágiles y a la vez resollando en un llanto de natural hambriento de la leche maternal que es el alimento amamantado más purificador, manantial celestial de soberbia energía.
A mi me asignaron la sustitución de la ginecóloga oficial en baja por maternidad, en un pueblo de montaña. Me proporcionaronuna habotación modesta, desde donde por la ventana veía los amaneceres más magistrales de mi vida.
Estábamos cerca del hospital, a 30 Km. de Berlín.
Llena de fulgor acudí mi primer día de consulta, un poco aturdida y a la cez alegre, me avalaban las enseñanzas de mis familiares conocedoras de la felicidad digna de ayudar a nacer hijos.
Había ya señoras esperando e hicimos las presentaciones.
En la consulta había útiles eficaces e instrumental.
Mi labor era escuchar el latido del corazón de la madre y del embrión. Tranquilizaba mi rectitud y pundonor exxacto.
Y con la gracia del tamiz de haberme leído y saberme el diario de mi abuela que me parecía un jeroglífico porque se usaban palabra no aptas actualmente como:
Cataplasma
Alcohl púbico, etc.
Había que utilizar una trompetilla para verificar el estado vital delfecto, embelesándose en la tripa de la madre.
Todo fue im emcamtp de jornada u de buena relación.
Me gustaba aquel lugar. El estado salvaje de los bosques, llenando de plenitud de oxígenos los pulmones.
Ponía todo el tesón en magnetizar aquellos tiempo de espera en algo suavizado, y me aceptaron los vecinos con conformidad.
Así transcurrieron los meses, cuando una señora ya en la menopausia me dijo que tenía molestias en el bajo vientre y que por favor, la mandara al hospital y no hice la pauta que ella me pedía y enajenada y acongojada, fue por su cuenta y la hicieron en Berlín una ecografía, y resultó ser diagnosticada de cáncer de útero, ovarios y trompas.
La muerte de ella fue inminente.
Lo que era osadía, se redujo a tristeza porque los razonamientos de la gente me la atribuían a mi, la desaparición de aquella honrosa mujer y alborotaban y obstruían mi trabajo.
Fui despedida y quedé indigente, disgustada y deshonrada.
Metí tidas mis cosas en la maleta muy afligida y sonrojada por la vergüenza.
Para reconocerme dije adiós al excelso paisaje digno de estar en el cielo, con la reputación en lamentable estado y me tonifiquéen el tren de regreso leyendo el diario de la abuela.
Se ha logrado mucha ciencia en la GINECOLOGÍA. Los embarazos ya no son agresores de muerte de las parturientas porque van al hospital y con las ecografías hay un seguimiento fuundamental.
Ya no veía la vida llena de gracias y no bromeaba, estaba llena de zozobra.
Pasaron tres años de aquel trance y con la autoestima recuperada me presento en un hospital para una plaza de matrona, y eran amplias mis atribuciones de este beneficioso empleo para aplicar mis conocimientos y experiencias. Fue un logro muy adecuado.
Ya llevo 20 años en el mismo servicio y a veces tengo alguna alabanza cuando entrego el bebé en el pecho de la madre
¡ME ABSORBE EL ALMA ESTE MOMENTO!
En estos años he transitado por:
La dilatación.
El anestesiado.
Incisiones en cesáreas.
Niveles de saturación de oxígeno.
Y he resuelto que los fetos inmaduros sobrevivieran en las incubadoras y la sábana con que los envolvía, representaba unas alas blancas de libertd.
Y la mujer va saliendo de su esclavitud, construida por la sociedad machista.
Estamos luchando contra la violencia de género que ahora está penada con penas de cárcel.
Cuando llego a mi casa, me siento en mi sillón, y todavía me duele aquel accidente error en el pueblo más bonito qu he visto.
Ahora soy experta en partos y escribo mi diario para mi nieta que también quiere ser ginecóloga.
Y toda la familia nos reunimos atribuyéndonos un dinamismo y a lo que hemos renunciado nos da la más grande recompensa:
«TRAER VIDA A LA EXISTENCIA UNIVERSAL»

POSTDATA:
LA ABUELITA DE ESTA HUMILDE ESCRITORA MURIÓ DE PARTO A LOS 35 AÑOS, DEJANDO TRES HIJOS PEQUEÑOS Y EL BEBÉ QUE MURIÓ A LOS DOS MESES. FUE EN TIEMPOS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA.
SIN EMBARGO,EN LOS AÑOS OCHENTA A MI ME SALVARON A MI HIJA QUE NACIÓ A LOS SIETE MESES Y ESTUVO UN TIEMPO EN LA INCUBADORA HASTA ALCANZAR EL PESO DE DOS KG.  Y MEDIO.
LAS EMBARAZADAS AHORA SABEN EL SEXO DEL EMBRIÓN Y PREPARAR SU ROPITA Y ALCOBITA.
AHORA CON LA COVID HAY MÁS ERRORES POR LA SATURACIÓN DELAS UCI.
Y NO HAY REVISIONES CON MÁS PREVENCIÓN.
YO ESTOY LLORANDO QUE ME TIENEN QUE HACER UNA OPERACIÓN GINECOLÓGICA POR CULPA DE UNA FALTA DE PREVENCIÓN.
TAMBIÉN HA DE HABER PLANIFICACIÓN FAMILIAR.

 
 

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